Y tú, ¿qué haces para cuidarte?
Recuerdo la primera visita con mi psicóloga, hace ya más de un año. Me escuchó atentamente durante toda la sesión, me permitió hablar, llorar, gritar, decir palabrotas… de todo. Y, al final, tan solo al final, antes de acabar la sesión, me dijo dulcemente: “Patt, cuídate.”
Me quedé atónita. No me esperaba algo así, la verdad. Me esperaba algo más sesudo. Más complejo. Una explicación neurocientífica, quizás, a lo que me estaba pasando. A lo que estaba sintiendo.
Pero no. Ella se limitó a decirme: “Cuídate, Patt. Has de cuidarte más.”
No ha dejado de repetírmelo. Semana tras semana. Durante más de un año. Y yo sigo sin hacerle caso. O eso me parece. Porque, en el fondo, no es verdad. Me estoy cuidando más. No tanto ni tan a menudo como me gustaría. Pero estoy en ello. Estoy en el largo proceso de interiorización de este comando que tan nuevo le es a mi psique.
“Cuidarse”.
Suena tan fácil. Pero, ¿qué significa eso exactamente? ¿Cómo se hace? ¿Para qué? ¿A quién beneficia? ¿Qué se resuelve con eso? ¿De dónde se sacan las ganas? ¿Cómo vencer a la inercia? ¿Cómo ir en contra de mis más de cuarenta años de socialización en el cuidado a los demás (y no a mí misma)?
Lo cierto es que pienso mucho en ella y en su frase estrella: “cuídate”. Se ha metido en mi cabeza y ya no me la saco. A cada rato, cuando me despisto y estoy a punto de caer en la rutina. En el ser para los demás. En el hacer para los demás. En el darlo todo y quedarme nada. De repente, ¡zas! aparece su imagen en mi cabeza diciéndome: “Cuídate más, Patt” Y entonces me paro en seco y recalculo. ¿De verdad es esto lo que quiero?, me pregunto. ¿Es aquí donde quiero estar? ¿Es con esta(s) persona(s) con quien quiero pasar mi tiempo? ¿Qué es lo que verdaderamente me apetece? Ahora. En este preciso instante. Si pudieras elegir cualquier cosa, ¿qué te gustaría hacer ahora mismo? (Spoiler: la mayoría de veces, podemos elegir… solo que no nos lo permitimos)
Y es que no veas lo que pesa la culpa en nuestra mochila de vida. Pesa mucho. Muchísimo. Nos sentimos obligadas o, mejor dicho, inclinadas, a complacer. A satisfacer las necesidades de cualquiera antes que las nuestras propias. Y esto no va de fomentar el individualismo frente a la colectividad. Ya me conocéis de sobra, para mí todo lo personal es político. Pero, en esta ocasión, sí que me gustaría dedicarle esta carta a nuestro propio yo. A esa niña interior que todas albergamos dentro, muy dentro. Y a la que pocas veces escuchamos, atendemos y cuidamos como se merece.
En un mundo hostil como en el que vivimos. Que nos violenta cada día, a cada rato, a la mínima ocasión. Cuidarse a una misma es un acto revolucionario. Cuidarse. Quererse. Elegirse. Llámalo como quieras. Pero hazlo. Trátate bien. Priorízate. Escúchate. Aprende a distinguir entre lo que realmente deseas y lo que la sociedad te ha dicho que debes desear. Descubre lo que te hace bien. Lo que te conecta contigo misma. Lo que te carga las pilas. Lo que activa tus ganas. Lo que te divierte. Te gusta. Te excita. Y hazlo. Hazlo a menudo. Ponlo en lo más alto de tu lista de cosas por hacer. ¡Agéndalo! Resérvate un rato cada día para hacer eso que te hace feliz. Eso que te hace sentir viva. Eso por lo que merece la pena vivir.
Cuídate, amiga. Te lo mereces.